La mayoría de los conflictos se convierten en festivales de egos o en asentimientos educados al pensamiento grupal, sofocando lo bueno. Buscar una armonía artificial te da resultados mediocres. Los desacuerdos se vuelven productivos cuando están arraigados en objetivos compartidos, escucha activa, mente abierta y claras intenciones. Como escuchar para entender, no para recargar.