Van Gogh murió arruinado porque nadie quería sus cuadros. Vendió quizá uno durante toda su vida. El mundo del arte pensaba que su estilo era demasiado inmaduro. Su hermano Theo, un marchante de arte, le mantuvo con vida enviándole dinero constantemente. Cuando Van Gogh falleció en 1890, su hermano Theo falleció solo seis meses después. Eso dejó a la esposa de Theo, Jo, viuda de 28 años, con un bebé y unas 900 pinturas que nadie quería, además de cientos de cartas. Esto es lo que realmente importó. Van Gogh había escrito cientos de cartas a Theo y Jo explicando pinturas individuales y su vida como artista. Les contaba las historias detrás de cada obra, lo que intentaba expresar, lo que cada una significaba para él. Tras la muerte de ambos hermanos, Jo recordó esas cartas y las publicó. Eso fue lo que le hizo famoso. La gente podía leer las propias palabras de Van Gogh sobre cada pintura. Las obras dejaron de ser arte aleatorio y se convirtieron en historias que él había vivido. Las pinturas obtuvieron contexto directamente de que él explicara lo que hacía. Jo dio al mundo la voz de Van Gogh ligada a su obra. Cuando ella murió en 1925, él había pasado de ser un completo desconocido a un icono de la historia del arte.