La reciente ola de optimismo en la privacidad ha amplificado dos tendencias destructivas en la comunidad y la industria de la privacidad:
1/ Existe un riesgo real de que la privacidad programable tenga su propio momento Theranos se encuentra con Cambridge Analytica. Los proyectos reclaman la privacidad en voz alta mientras los operadores aún pueden ver todos los datos. O las soluciones de pago se activan sin documentación, código ni explicación. se supone que debemos creer que es privado porque alguien lo dijo en el escenario o en X. Eso es una señal de alarma.
2/ Si se produce un fallo como este, la conclusión pública podría convertirse en: "La tecnología no ayuda, son humanos de todas formas, así que ¿por qué gastar millones en investigación y desarrollo si el resultado no es mejor?" Ese tipo de narrativa podría acabar con el frágil progreso que la privacidad programable finalmente ha empezado a lograr en internet.
3/ Al mismo tiempo, algunos expertos en privacidad atacan a los constructores más legítimos porque, en teoría, uno podría diseñar un sistema mejor. La ironía es que estas críticas casi nunca llegan a los proyectos opacos, solo a los transparentes que realmente se publican. ¿El resultado práctico? Los vendedores excesivos quedan libres, los constructores serios quedan heridos y los usuarios se quedan pensando: "Todo es imperfecto, ¿para qué preocuparse?"
4/ Necesitamos una cultura que fomente que los equipos de privacidad envíen pronto y aprendan de la retroalimentación real. La iteración no puede ocurrir solo en los artículos. Tiene que ocurrir en sistemas vivos. Lo importante es que las suposiciones de confianza y los riesgos de un proyecto sean totalmente transparentes, para que cualquiera pueda decidir si encaja con su perfil de riesgo personal. La privacidad merece usuarios informados, no fe ciega.
5/ Y sí, deberíamos desafiar activamente las soluciones de privacidad no transparentes. La falta de transparencia es una amenaza para el progreso que finalmente está logrando la privacidad programable. Si permitimos que estas tendencias continúen, pueden destruir la confianza en todo el sector y retrasar a los constructores años.
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