El frente occidental de la Primera Guerra Mundial de 1915-1917 puede considerarse un escenario (local) de pérdida de control creado por las realidades materiales y políticas de la guerra. La narrativa moderna de que las ofensivas masivas fueron un 'desperdicio de vidas' ignora el cálculo militar que las condujo.

La acción ofensiva es necesaria en la guerra moderna para establecer y mantener la iniciativa estratégica. Sin la iniciativa estratégica, solo reaccionas ante tu oponente, que entonces puede dictar tu estrategia por ti. En otras palabras, no atacar es perder.

El poder relativo del armamento defensivo dictaba que era necesaria una ventaja numérica de 3:1 (a veces 4:1) para forzar una ruptura, ventaja que el oponente podía anular fácilmente trayendo refuerzos por ferrocarril desde zonas no amenazadas del frente.

El resultado es la infame picadora de carne y, en retrospectiva, parece una pérdida de vidas sin sentido. En un sentido local, ningún responsable de decisiones podría evitar individualmente la matanza continua.