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Este ensayo examina el estado de los virus en relación con los criterios de vida, incorporando tanto evidencia científica como reflexiones filosóficas. A pesar de sus importantes interacciones con los sistemas biológicos y las controversias con respecto a esta postura, según mi definición, los virus no cumplen con los criterios biológicos fundamentales para la vida. Dependen completamente de la maquinaria celular del huésped para la replicación y carecen tanto de metabolismo autónomo como de estructura celular. Este análisis se alinea con el consenso científico más amplio y las consideraciones filosóficas de que los virus no deben clasificarse como organismos vivos y las implicaciones de esta hipótesis.
"¿Cómo evita el organismo vivo la descomposición? La respuesta obvia es: comiendo, bebiendo, respirando y (en el caso de las plantas) asimilándose. El término técnico es metabolismo. La palabra griega () significa cambio o intercambio. ¿Intercambio de qué?" ― Erwin Schrödinger, ¿Qué es la vida?, el hombre que predijo el ADN décadas antes de que fuera descubierto, y un objetivo no biólogo.
Introducción
La naturaleza de la vida ha sido durante mucho tiempo un tema de investigación filosófica y científica. Los virus, que utilizan la maquinaria celular del huésped para replicarse sin metabolismo autónomo o estructura celular, desafían las definiciones tradicionales de vida biológica pero no las satisfacen. Las perspectivas históricas han fluctuado, a menudo colocando a los virus en un área gris entre la vida y la no vida. Sin embargo, el consenso, basado en la comprensión actual, coloca firmemente a los virus fuera del ámbito de los organismos vivos (Moreira y López-García, 2009; Lederberg, 2002).
Los virus no tienen metabolismo intrínseco. Por supuesto, entran en las células, y las células se metabolizan, y se puede decir que los virus están vivos, como una semilla en suelo fértil. Sin embargo, una semilla mantiene un estado metabólico bajo pero existente, mientras que un trozo de pan, o un virus, no lo hace. La diferencia material, por supuesto, es que los virus contienen información genética, que puede replicarse dentro de una célula, lo que nos hace imaginarlos inicialmente como análogos a las bacterias. Pero se parecen más a una nanopartícula lipídica de una vacuna de ARNm que a una bacteria, ya que la bacteria tiene un metabolismo activo y autoajustable, y el virus no.
La cuestión de si los virus están vivos ha sido un tema de debate, tanto científica como filosóficamente. Norman Pirie comentó una vez que definir la vida se vuelve necesario a medida que descubrimos entidades que no están claramente vivas o muertas (Villarreal, 2004). Los virus, que existen en la frontera entre la química y la vida, se replican dentro de las células huésped, desafiando nuestra comprensión de lo que significa estar "vivo".
Estos comportamientos, sin embargo, no confieren la autonomía que es un sello distintivo de la vida. Lo que nunca puede estar vivo fuera de un organismo vivo, y cesa su actividad al salir de él, no puede metabolizarse, como enfatizó Schrödinger. Podía ver la vida como átomos con electrones rodeándolos, lo que llamamos materia. Pero entonces no sabría qué es la física y qué es la biología. Podría estar atrapado en problemas interminables, ampliando horizontes para incluir vida no terrestre o fenómenos desconocidos. Podría crear posibilidades ilimitadas —universo, totalidad, conciencia— entregándome a preguntas que no puedo responder. No es cobardía renunciar a esto; más bien, es práctico centrarse en lo que se puede estudiar y corroborar con evidencia. Podría convertirme en filósofo, pensar en la vida y la no vida como entropía, o estudiar fenómenos cuánticos. O podría hacer el trabajo del biólogo.
El estudio de la vida, ambicioso pero limitado, requiere definiciones de trabajo. Los biólogos han creado criterios, taxonomías y teorías evolutivas, refinándolas a lo largo de los siglos. Estos marcos se mantienen bien para la vida celular, mapeando genes y relaciones evolutivas en un Árbol de la Vida. Agregue virus a este árbol y se desmorona, porque los virus carecen de las características autónomas que encajan en estas definiciones. No se ubican lógica, semántica o computacionalmente dentro de ese sistema.
Esta discusión fusiona investigaciones filosóficas profundas con investigación empírica. La distinción entre entidades que pueden replicarse, metabolizar y mantener la homeostasis de forma autónoma, y aquellas que no pueden, como los virus, respalda una naturaleza binaria de la vida. Esta perspectiva se ve reforzada por la necesidad de una estructura celular para una vida estable y autónoma (Sinha et al., 2017; Braga et al., 2018). Filosóficamente, los virus desafían nuestra comprensión de las definiciones de la vida. Algunos describen su replicación dentro de las células como una "especie de vida prestada" (Villarreal, 2004). Sin embargo, dado que dependen completamente de la maquinaria metabólica del huésped, son más parecidos a agentes biológicos que a organismos vivos independientes.
Como enfatizó el premio Nobel Joshua Lederberg, los virus se entrelazan profundamente con la genética y el metabolismo del huésped, influyendo en la evolución sin estar vivos (Lederberg, 1993; van Regenmortel, 2016). A pesar de su papel fundamental en la evolución, particularmente en la transferencia horizontal de genes, los virus no cumplen con los criterios de vida debido a su falta de independencia metabólica y estructura celular. Su influencia en la diversidad genética y las trayectorias evolutivas es innegable, pero permanecen fuera de la categoría de organismos vivos (Mindell, 2013; Puigbò et al., 2013). La metáfora del Árbol de la Vida (ToL) es fundamental para la biología evolutiva. Los virus complican la TdL debido a sus interacciones genéticas con los organismos vivos. Sin embargo, su incapacidad para cumplir con los criterios fundamentales de la vida impide su inclusión como entidades vivientes, lo que ilustra la necesidad de modelos que reconozcan su papel sin clasificarlos como vivos (Moreira y López-García, 2009; van Regenmortel, 2016).
Reconociendo esto, volvemos a la perspectiva del biólogo: los virus, aunque son esenciales para comprender la dinámica genética y evolutiva, carecen de metabolismo independiente, una estructura celular y una reproducción no parasitaria. Los modelos evolutivos futuros deberían incluir a los virus como factores biológicos influyentes, pero no como organismos vivos, a menos que los datos empíricos requieran una redefinición fundamental. En conclusión, bajo los criterios biológicos y las consideraciones filosóficas actuales, los virus no califican como organismos vivos. Esta postura se alinea con el consenso científico y las definiciones prácticas, manteniendo la coherencia en el estudio de la vida. No se trata de tener razón o no, sino de trabajar dentro de un marco conceptual funcional que permita a los biólogos investigar, categorizar y comprender la vida de una manera significativa.

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