Durante nueve meses, mi esposa, Brooklyn, llevó a nuestro bebé. Y durante nueve meses, vivimos en un lugar entre la esperanza y la angustia. Al principio del embarazo, nos enteramos de que algo andaba terriblemente mal. Alrededor de los tres o cuatro meses, los médicos nos dijeron que nuestro hijo tenía hidrocefalia severa, líquido que se acumulaba tan rápidamente en su cerebro que dejaba todo a un lado. Solían llamarlo "agua en el cerebro", pero la simplicidad del nombre no suavizó la realidad. Finalmente nos remitieron al Hospital de Niños de Cincinnati, donde se reunieron con nosotros algunos de los mejores especialistas fetales del país. Y nos dieron el tipo de noticias que ningún padre está preparado para escuchar. Su condición era tan grave, tan extrema, que dejaron de medir. No tenía sentido, dijeron. Las imágenes de resonancia magnética fueron devastadoras. Nos dijeron que había más del 90% de posibilidades de que nuestro hijo: • Muere poco después del nacimiento, o • Sobrevivir con un deterioro cognitivo tan profundo que la vida, la vida real, no sería posible. Nos sentamos en reuniones en las que ningún padre debería asistir. Conversaciones sobre tubos de respiración. Sobre cuánto tiempo intentarlo. Sobre el momento en que podríamos tener que tomar la decisión de dejarlo ir. Brooklyn se mudó a Cincinnati para estar cerca del hospital. Conduje de un lado a otro, trabajando, cuidando a nuestras hijas Sophie y Lily, y tratando de mantener nuestro hogar en pie mientras nuestro mundo se sentía como si se estuviera desmoronando. Luego llegó el 8 de julio. Solo 15 minutos antes de la cesárea de Brooklyn, nos sentamos con los médicos nuevamente y discutimos cuándo, no si, tendríamos que quitarle el soporte vital y dejar que nuestro hijo se fuera al cielo. No tengo palabras para ese tipo de dolor. Y luego, Charlie Edward Schnarr entró en este mundo llorando. Un grito fuerte, fuerte y desafiante. El sonido más hermoso que he escuchado. Permaneció en la UCIN hasta ayer... y ahora estamos en casa. Junto. Sosteniéndolo. Amándolo. Verlo respirar. Verlo en vivo. Tiene un agrandamiento ventricular leve que vigilaremos, pero ¿de lo contrario?...