De vuelta en Canadá, la oscuridad de la desesperación y el miedo se siente densa en el aire. El humo pálido de los cigarrillos Victory, el olor de Victory Gin en las vías del tranvía. Sobre ellos, el chirrido de los cohetes y de cada altavoz la voz metálica y staccato de un portavoz del Partido que nos exhorta a comprar bonos de guerra.