Una suposición común es que, a lo largo de la historia, las personas han experimentado la misma gama básica de emociones. Un campo radical de la historia desafía ahora esta suposición, informa Gal Beckerman. La gente tiende a imaginar que otras personas "tienen exactamente el mismo conjunto de emociones que nosotros", escribe Beckerman. "Realizamos esta proyección sobre cualquier cantidad de experiencias humanas: perder un hijo, enfermar, aburrirnos en el trabajo. Asumimos que las emociones del pasado son accesibles porque asumimos que, en esencia, las personas del pasado eran como nosotros, con pequeños ajustes en la elección de sus sombreros y en su higiene personal." Rob Boddice, líder en el campo de la historia de las emociones y los sentidos, desconfía de este universalismo, una filosofía que surgió durante la Ilustración, cuando los intelectuales europeos empezaron a asumir que todas las personas comparten una naturaleza común. Muchos críticos ahora entienden que intentaban ejercer poder y orden sobre un mundo que recientemente se había vuelto más grande y extraño. "Cuando llegamos a nuestra cultura globalizada actual, en la que un thriller coreano puede ganar el Oscar a Mejor Película y las estrellas del pop latino dominan las listas estadounidenses, la idea de que nuestros registros emocionales son esencialmente todos iguales parece evidente", continúa Beckerman. "Boddice parte de la premisa opuesta, que no somos iguales", escribe Beckerman. "En lugar de ser una constante —extendiéndose a través del espacio y el tiempo— la naturaleza humana para Boddice es una categoría variable e inestable, con infinitas sombras posibles." Aunque su enfoque pueda parecer "blando y posmoderno", escribe Beckerman, la investigación de Boddice superpone su propio pensamiento a los avances más recientes en neurociencia. En el enlace, lee más sobre el campo de estudio que está impulsando a los historiadores a reconsiderar sus suposiciones sobre las personas del pasado. 🎨 : Nicolás Ortega