En industrias con fuerte presencia masculina como las criptomonedas, observo un patrón: Las mujeres alzan la voz sobre temas como el acoso, pero a menudo sienten la necesidad de añadir: "No soy feminista, pero...". Entiendo de dónde viene. La palabra "feminista" ha sido demonizada hasta el punto de que asumirla abiertamente parece un riesgo profesional. Quieres proteger tu acceso a las redes masculinas, quieres mantener a tu audiencia amplia, así que rebrandeas ideas muy básicas como algo MÁS SUAVE: "No me gustan las etiquetas, solo me importa la justicia." La ironía es que lo que describen es el feminismo en su forma más fundamental y razonable: las mujeres son humanas, no deberíamos ser acosadas en el trabajo, los incentivos y el poder no deberían ser abusados. Eso no es radical. Eso es solo derechos humanos aplicados a la mitad de la población. Personalmente, me interesa menos controlar las etiquetas y más la psicología detrás de ese aviso. Cuando una mujer tiene que decir "No soy feminista" como hechizo de seguridad antes de criticar el acoso, eso te dice más sobre el medio ambiente que sobre ella. Muestra lo caro que sigue siendo, en términos reputacionales, decir abiertamente: "sí, soy feminista, y no, eso no significa que odie a todos los hombres."