Durante el embarazo, un pequeño número de las células del bebé atraviesan naturalmente la placenta y entran en la circulación sanguínea de la madre. Este fenómeno, llamado microquimerismo fetal, permite que pequeños grupos de estas células fetales se asienten en el cuerpo de la madre y persistan allí durante décadas después del parto. Lo que hace que esto sea particularmente fascinante es que muchas de estas células fetales funcionan de manera similar a las células madre. Pueden viajar por todo el cuerpo, integrarse en varios tejidos y, en ciertos casos, responder a sitios de lesión. Los estudios realizados en los últimos veinte años han detectado células fetales en áreas que están en proceso de reparación, como el músculo cardíaco en curación, la piel en regeneración, el tejido hepático en recuperación y otros órganos involucrados en la regeneración. Algunas de estas células parecen ser capaces de diferenciarse en los tipos celulares específicos requeridos para la reparación, por ejemplo, convirtiéndose en células musculares cardíacas, células hepáticas o células inmunitarias. Otras pueden desempeñar un papel de apoyo al secretar sustancias que promueven la curación de los tejidos y reducen la inflamación. Si bien sus efectos no son del todo predecibles, las células fetales se encuentran repetidamente en tejidos que están activamente involucrados en la reparación. [Kara et al. (2012): "Las células fetales trafican al miocardio materno dañado y sufren diferenciación cardíaca" (Circulation Research)] [Wang et al. (2004): "Las células fetales en ratas madre contribuyen a la remodelación del hígado y los riñones después de una lesión" (Biochemical and Biophysical Research Communications)]