La razón por la que me encontraba con André era porque un conocido mío, George Grassfield, me había llamado e insistió en que tenía que verle. Por lo visto, George había estado paseando a su perro por una zona extraña del pueblo la noche anterior y de repente se encontró con André apoyado en un edificio viejo en ruinas y sollozando. André le había explicado a George que acababa de estar viendo la película de Ingmar Bergman, Sonata de otoño, a unas 25 manzanas de distancia, y que se había apoderado de un ataque de llanto incontrolable cuando el personaje interpretado por Ingrid Bergman le dijo: "Siempre podría vivir en mi arte, pero nunca en mi vida."