Weston A. Price sube a un valle suizo aislado, 1931. Sin carretera. Sin comida moderna. Solo ganado y tradición. Él espera encontrar campesinos desnutridos. Lo que encuentra rompe por completo su comprensión de la nutrición. Cada persona tiene dientes perfectos. Cero caries. Cero apiñamiento. Mandíbulas anchas. Rostros amplios. Pómulos prominentes. ¿Sus primos en el valle de abajo? Rostros estrechos, dientes torcidos, enfermedades crónicas. Mismos genes. Comida diferente. Los aldeanos aislados obtienen el 80% de las calorías de productos lácteos enteros. Leche cruda, queso curado, pan de centeno nadando en mantequilla. Registros médicos: Sin tuberculosis. Sin cáncer. Sin enfermedades cardíacas. Partos fáciles. Niños sanos. Price camina dos horas hasta la aldea modernizada con acceso por carretera. Mismos genes. Pero esta aldea tiene harina blanca, azúcar, aceites vegetales, alimentos enlatados. La diferencia es horrible: Dientes torcidos. Huesos débiles. Tuberculosis. Caries dentales. Enfermedades crónicas. El médico: "Solíamos ser como ellos. Luego llegó la carretera hace veinte años." Una generación. Price fotografía ambos. La evidencia es innegable. Vería este patrón en seis continentes. Nunca varió una vez. ...