La cultura es una bestia mítica. Puedes alimentarlo, cuidarlo, entrenarlo, pero no puedes simplemente decidir cambiar su forma de ser. Puedes influir en ella gradualmente, aceptando su naturaleza y alineándote con las formas en que funciona. El capital puede desplegarse detrás de patrones que surgen de forma natural. Las nuevas corrientes pueden ser sometidas suavemente a la existencia, pero solo si se construyen sobre el afecto social existente. Trabajar con la cultura es más parecido a entrenar una mascota que a construir una empresa. requiere tanto curiosidad por su naturaleza como respeto por su agencia.