Antes pensaba que si algo salía fácil, no valía la pena. El trabajo de verdad tenía que ser duro. Así supe que importaba. Así que elegí el camino difícil cada vez. Estrategias complejas. Procesos forzados. Demostrando que podía hacerlo por las malas. Entonces me di cuenta de que no estaba optimizando para los resultados. Estaba optimizando para la dificultad. El trabajo duro importa, pero la dificultad innecesaria es solo ego. Ahora me pregunto si estoy resolviendo esto de forma inteligente o solo de la difícil. A veces, la mejor solución es más sencilla de lo que crees. El objetivo no es evitar el esfuerzo. Es poner esfuerzo donde realmente importa.