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Por fin leí la queja completa contra Candace Owens, es algo fascinante.
La queja contra Candace Owens es mucho más grave de lo que la mayoría de la gente piensa. Expone un patrón metódico y bien documentado que muestra que Owens no se limitó a repetir rumores marginales. Las empaquetó, las monetizó y construyó todo un motor de ingresos sobre afirmaciones que los Macron insisten que son demostrablemente falsas. Al detallar los podcasts, los embudos de suscripción, las campañas de merchandising y su continua promoción de la historia tras múltiples advertencias legales, la presentación posiciona a Owens no como comentarista, sino como creadora de una campaña de desinformación deliberada y orientada al lucro. Esa distinción es devastadora porque saca el caso del ámbito de la opinión protegida y lo lleva a un claro territorio de difamación fáctica, donde la Primera Enmienda le ofrece mucho menos refugio.
Legalmente, esto sitúa a los Macron en una posición fuerte. Como figuras públicas, deben demostrar "malicia real", pero la denuncia está diseñada precisamente para demostrar eso: a Owens le dijeron que sus afirmaciones eran falsas, sabía que las acusaciones habían sido desacreditadas y las escaló de todos modos. Los tribunales tratan de forma muy dura el contenido monetizado de conspiraciones, especialmente cuando se trata de acusaciones de fraude de identidad, documentos falsificados o historial personal fabricado. Cuanta más evidencia de ingresos vinculados a las reclamaciones, mayor será el potencial de daños punitivos. En resumen, si aunque sea una fracción de lo que alega la denuncia se confirma en la fase de descubrimiento, Owens podría enfrentarse no solo a un gran golpe financiero, sino al mismo tipo de precedente legal que finalmente aplastó a Alex Jones.

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