El discurso contemporáneo articula el antisionismo y el antisemitismo a través de una configuración específica de percepción. El antisemitismo funciona como el fundamento; el antisionismo aparece como la figura inestable, disolviéndose repetidamente de nuevo en ese fundamento. El antisionismo se trata como el término marcado, el antisemitismo como el no marcado, pero la marcación nunca se sostiene. El antisionismo oscila entre ser enmarcado como mera "crítica a Israel" y ser reabsorbido en el antisemitismo, y al hacerlo, no llega a marcar nada en absoluto. El antisemitismo se posiciona como esencia; el antisionismo como accidente, intrascendente, una máscara, que no dice nada por sí mismo. El resultado es que el antisionismo se retira continuamente de la vista, nunca se le permite convertirse en el objeto focal de percepción por derecho propio.