El museo judío de Viena tiene cientos de objetos de toda Austria y Hungría, todos un poco vacíos sin una comunidad. Entre ellos, los muchos objetos sagrados con águilas bicéfalas austrohúngaras llamaron mi atención. Es un nivel increíble de patriotismo. No vemos cabezas de la Torá con banderas americanas, a pesar del patriotismo judío estadounidense. Y tiene sentido. Los judíos eran los ciudadanos más leales del imperio. Los embajadores de una cultura intelectual panimperial. Kafka escribía en alemán a pesar de vivir en Praga. Probablemente fue en gran medida auténtico. El Estado austrohúngaro se legitimó tras la década de 1860 sobre la base de la modernización industrial y la tecnocracia, algo que los judíos podían apoyar. Y sin embargo debemos admitirlo: para los judíos de los imperios de la antigua Europa, no era difícil comprender lo peligroso que sería el diluvio de nacionalismo después de que estos frágiles imperios inevitablemente se desmoronaran.