La humanidad nunca nació para estar en una jaula, sin embargo, en ausencia de una verdadera frontera, nos hemos vuelto unos contra otros. Estamos a la garganta de los demás. No hay nuevas tierras, no hay nuevas oportunidades en océanos azules. La creación de cualquier nuevo mercado solo puede hacerse con la destrucción del pasado, defendido hasta la muerte por sus incumbentes, el ritmo glacial del cambio social medido por una esperanza de vida cada vez mayor y quizás indefinida. ¿Queremos renegociar para siempre disputas e injusticias del pasado, dividiendo eternamente nuestros territorios, estados, provincias, separando nuestras tierras, nuestro pueblo, a nosotros mismos unos de otros? Necesitamos expandir nuestros horizontes, buscar nuevas fronteras, desafíos inspiradores enfrentados con valentía que exigen que nuestras mejores y más brillantes mentes empujen el velo de lo desconocido. Necesitamos milagros de ciencia y tecnología llevados de la imaginación a la realidad en menos de una generación, la emoción de saber que estás surfeando una ola de victorias civilizacionales apiladas una sobre otra. Saber sin lugar a dudas: que este es el mejor momento para estar vivo, esta es una era de héroes, de grandes búsquedas, luchas titánicas, victorias legendarias. Debemos convertirnos en gigantes en nuestro propio tiempo para que otros puedan estar sobre nuestros hombros, como nosotros estamos sobre los hombros de aquellos que vinieron antes que nosotros. La única amenaza a la tiranía es un pueblo libre y próspero unido en una causa común para el beneficio de toda la humanidad, y así las tácticas de los tiránicos son siempre sembrar disenso, división, odio, miedo, confusión, indignación, y reducirnos a nuestros seres bárbaros que pueden ser controlados. No hay mayor autoridad en existencia que el mandato divino de que cada persona tiene el derecho de determinar por sí misma su camino en la vida, y no hay fuerza en existencia que pueda detener a la humanidad de reclamar su destino. Este derecho a la autodeterminación no es solo para el individuo, sino para cada familia, comunidad, ciudad, tribu, nación. Que el derecho a la autodeterminación se extiende a toda la civilización. A toda la humanidad. No hay nadie que venga a salvarnos de nosotros mismos, que extienda una escalera desde los cielos para que podamos subir y unirnos a sus filas entre las estrellas. Esta es la prueba. Este es el filtro. ¿Puedes superar tus instintos animales y unirte por un sueño común? Este es nuestro destino. No pelear y discutir en el barro, sino navegar por los mares oscuros del espacio y dar vida a nuevos mundos. Aspera Ad Astra