La subversión funciona mejor cuando no la notas. Los medios son un sistema de entrega clave porque pueden reentrenar lentamente los instintos del público, hasta que las personas traten los valores del subversor como "buenos" y "normales", y comiencen a dudar de los propios. La desmoralización viene primero porque debilita el juicio mientras sigue sintiéndose como la vida cotidiana. Los medios no solo informan. Entrenan la interpretación: qué cuenta como escándalo, qué cuenta como nada, y qué preguntas son respetables. Pueden enterrar una historia al privarla de atención, o "cubrirla" con desprecio para que la curiosidad se sienta embarazosa. Por eso la cobertura selectiva no es un defecto menor. Es el mecanismo. El problema no es solo que los hechos desaparezcan. Es que la audiencia es entrenada de antemano sobre qué merece atención y qué merece burla. Con el tiempo, las personas dejan de procesar información para entender y comienzan a procesarla para pertenecer. Así que cuando ves a los principales medios tratar las acusaciones contra la izquierda como no dignas de atención y tratar la curiosidad como la ofensa, enfócate en el patrón, no en la historia única. Pregunta quién recibe investigación y quién recibe "nada que ver aquí". Esa es la señal. Una vez que un público aprende a autocensurarse su propia curiosidad, el trabajo está casi hecho.