Una educación humanista adecuada inmunizará la mente contra este tipo de insensatez. Una corrompida la hará indefensa para defenderse de ellos. ¿Cómo llegó la élite estadounidense, en el apogeo de su poder, a creer que castrar y desmembrar químicamente a los niños era salvavidas y médicamente necesario? La respuesta es que una deseducación pseudohistórica tendenciosa —dirigida precisamente a los más instruidos— subvirtió la capacidad de la mente estadounidense para distinguir entre verdad y fantasía.