El sacerdote que murió en el Titanic para escuchar confesiones. Al padre Thomas Byles le ofrecieron dos veces un asiento en un bote salvavidas. En ambas ocasiones se negó a escuchar confesiones y a consolar a las personas a bordo. Cuando el barco chocó contra el iceberg, reunió a los pasajeros en la cubierta trasera. Los supervivientes relataron que permaneció en medio del caos, escuchando confesiones, dando absolución general y dirigiendo el Rosario hasta que el agua tragó la popa. Este es el tipo de historia que deberíamos elevar, la virtud heroica. Que Dios nos envíe más sacerdotes como el padre Thomas Byles.