Incluso frente a una enfermedad grave y probada, Jair Bolsonaro sigue teniendo dificultades absurdas para recibir un tratamiento adecuado. El cirujano Cláudio Birolini, uno de los principales médicos que acompañan al presidente, fue categórico: Bolsonaro necesita urgentemente someterse a una cirugía para corregir una hernia inguinal bilateral. Según el equipo médico, el procedimiento debe realizarse lo antes posible, sin posibilidad de aplazamiento. Todos los exámenes ya se han completado. El diagnóstico es inequívoco. Aun así, el equipo médico sigue esperando una orden del ministro Alexandre de Moraes para que Bolsonaro pueda ser hospitalizado, preparado médicamente y finalmente operado. La propia experiencia de la Policía Federal confirmó la gravedad de la situación: el informe señala un empeoramiento significativo del sueño, dificultades para alimentarse y un riesgo real de complicaciones si la cirugía sigue posponiéndose. No es un procedimiento electivo ni un procedimiento de conveniencia: es una necesidad médica inmediata. A pesar de ello, Bolsonaro sigue encarcelado en el complejo de la Policía Federal en Brasilia, sometido a un extremo nivel de control judicial, en el que incluso las decisiones médicas fundamentales dependen de la autorización. El resultado es un escenario catastrófico: el último presidente de la República, con una indicación quirúrgica urgente, permanece bajo custodia mientras su salud se deteriora, esperando una decisión que pueda definir el curso de su propio bienestar.