Giovanni Battista Bugatti fue el verdugo oficial del Vaticano durante más de 60 años, desde 1796 hasta 1864. Daba a la gente una pizca de tabaco como pequeño y último consuelo terrenal justo antes de la ejecución. Era respetado y temido en Roma, y solo cruzó el río Tíber para cumplir sus sentencias, que se convirtieron en un presagio popular de muerte inminente.