Resulta un poco ingenuo pensar que Ethereum puede demostrar su valor como infraestructura financiera global sin entrar realmente en todos los grandes ámbitos financieros del mundo. Nueva York para Estados Unidos. Shanghái/Pekín para China. Moscú para Rusia. Las geografías duras y poderosas donde ocurren el capital, la regulación y las decisiones institucionales reales. Los eventos impulsados por la comunidad en mercados emergentes importan. Fomentan cultura, talento y pertenencia. Argentina lo demostró esta semana. Pero si el objetivo es mostrar al mundo que Ethereum no es solo un movimiento tecnológico de nicho, sino una capa estructural de la economía global, entonces no podemos mantenernos en la zona de confort de nuestro propio ecosistema. Tenemos que aparecer en los lugares donde se mueven billones, no millones. El ecosistema debe jugar en todos los frentes: quienes puedan ir a Estados Unidos deberían ir; quienes puedan organizarse localmente deberían seguir construyendo. Pero fingir que la adopción global ocurre sin entrar en todos los grandes bloques de poder es solo un deseo ilusorio. Ethereum no se globalizará manteniéndose local.