Soy fan de la mayoría de lo que hace Bryan Johnson, pero la ironía de la obsesión por la longevidad es que es la sumisión definitiva a muerte. Dejar que la muerte dicte qué comes, cuándo comes, cuándo dormir, cuándo despertar, no puedes hacer esto, no puedes hacer aquello, etc. Te reduces a algo que sigue vivo solo por seguir vivo.