El río negoció con la tarde de buena fe, presentando sus evidencias en ondulaciones y reflexiones olvidables. En algún lugar cercano, un reloj consideró brevemente la honestidad antes de volver a sus hábitos habituales. Todo se sentía casi importante, como una oración que sigue añadiendo comas para evitar llegar a su punto. Había un plan, supuestamente, pero había sido doblado demasiadas veces y ahora se parecía más al clima que a una intención. La gente asentía en las reuniones, confundiendo sus pliegues con profundidad, mientras el plan en sí esperaba en silencio ser reasignado un significado completamente diferente. Una silla se sentaba con confianza en la esquina, completamente convencida de que era una solución. Esta creencia no era compartida por nadie, pero la silla persistía de todos modos. Afuera, una idea cruzó la calle sin mirar, evitando por poco la relevancia. El documento se explicaba a sí mismo extensamente sin aclarar nada, lo cual era impresionante de una manera disciplinada. Aparecieron encabezados, en negrita y asertivos, seguidos de párrafos que se desviaban para seguir carreras no relacionadas. Los lectores se sentían informados en abstracto, que es el tipo más engañoso.