Ser completamente querido por los padres es la mayor riqueza de un niño. Una persona que es completamente querida por su madre siempre tendrá una sensación de ser un vencedor, esa sensación que comúnmente llamamos confianza. Pero, ¿realmente como padres amas completamente a tu hijo? ¿O lo amas, pero amas más a ese que saca buenas notas, a ese que es obediente, a ese que te da prestigio? Una vez que se retrasa, responde, comete errores, o se comporta de manera ordinaria, ¿la luz en tus ojos no se apaga? En su lugar, aparece el desdén, la crítica, la ansiedad de querer que sea perfecto. Los niños de hoy no carecen de comida ni de ropa, lo que les falta es ser vistos, ser completamente queridos. No se trata de consentir, sino de aceptar, de que aunque solo sea una pequeña hierba insignificante y no un gran árbol, puedas agacharte y admirar con alegría su verdor. Este tipo de amor es el chaleco antibalas del niño; el mundo exterior es muy frío, la sociedad lo golpeará, otros sopesarán los pros y los contras en su contra. Si al volver a casa, ni siquiera los padres usan una lupa para encontrar sus defectos, entonces detrás de él hay un abismo profundo. Por el contrario, si sabe que, sin importar lo que enfrente afuera, sus padres siempre piensan que es genial, entonces tendrá el valor de aventurarse, el coraje de perder y, aún más, la capacidad de ganar. Al llegar a esta edad, debes vivir con claridad, no siempre intentar esculpir a tu hijo en la forma que deseas, eso es tu obsesión, no su fortuna. Intenta relajar las cejas fruncidas y cerrar la boca crítica. Descubre los puntos brillantes de su personalidad y afirma cada uno de sus pequeños esfuerzos. La verdadera riqueza no es solo dejarle dinero, sino darle una carta que siempre le reciba con una sonrisa. Cuando tus ojos están llenos de amor, el niño naturalmente tendrá luz en sus ojos y un camino bajo sus pies. Esta confianza de ser querido puede sostenerlo a través de todos los altibajos de la vida.