En los primeros 25 años de mi vida, estudié a fondo lo que "debería ser", es decir, cómo debería ser este mundo, qué es la justicia y qué es la moral. La filosofía, la literatura, la ciencia política y otras teorías de las ciencias sociales me brindaron muchas inspiraciones; busqué con avidez respuestas a mis ideales en libros, maestros y pensadores, convirtiéndome en un idealista pleno. Sin embargo, a partir de los 25 años, ya sea en Londres, París o Zúrich, he estado aprendiendo constantemente sobre lo que "es", es decir, cómo es realmente este mundo, cómo alcanzar objetivos y cómo optimizar resultados. Los negocios, el comercio y los complejos juegos entre personas me han enseñado muchas lecciones; he aprendido de mis enemigos, aliados y pensadores sobre la comprensión del dolor en mi corazón, convirtiéndome en un pragmático en progreso. Si una persona no es idealista en su juventud, no puedo creer en su conciencia y principios; si una persona no se convierte en pragmática al crecer, no puedo confiar en su capacidad y utilidad.