Ya Rico Hoy, sentado en la sauna, me encontré agradeciendo a Dios por los simples milagros: ojos que ven, oídos que oyen, una nariz que huele, una boca y lengua que hablan y saborean, manos que crean y pies que me llevan hacia adelante. Pasamos por alto estas bendiciones porque siempre han estado ahí. Sin embargo, si se nos pidiera elegir entre nuestra vista y miles de millones de dólares, la mayoría de nosotros ni siquiera dudaría. Y aun así, nos llamamos desafortunados, olvidando que ya poseemos riquezas mucho mayores que las cosas que perseguimos cada día.