Dilma Rousseff fue amnistiada, recibió alrededor de R$ 400 mil en indemnización y además pasó a tener un salario vitalicio pagado por el Estado. Esto porque, según palabras de su propio exmarido, secuestraban camiones de carga, asaltaban bancos y todo lo que se sabe sobre ejemplos para el PT y aliados. Al mismo tiempo, en el Brasil de hoy, una ciudadana común enfrenta 14 años de prisión por escribir con lápiz labial en una estatua. Esto no es justicia. Esto no es proporcionalidad. Y mucho menos democracia. Hoy, en la dictadura brasileña persiguen con plumas, sentencias desmedidas y castigos ejemplares, usados para intimidar y silenciar. Cuando el Estado premia el pasado ideológico de unos y aplasta al ciudadano común por un acto, queda claro: no se trata de defender la democracia, sino de controlar quién puede hablar y quién debe ser destruido. Lo llaman Estado Democrático de Derecho. Pero, en la práctica, lo que vivimos es una dictadura de decisiones selectivas.