Ayer, mi hijo de nueve años me preguntó por qué las personas negras parecen más amables que las personas blancas. Me detuve, no porque no estuviera de acuerdo, sino porque no quería sobreescribir su experiencia vivida con una lección de adulto. Así que le pregunté si era algo que él había notado por sí mismo. Asintió. "Sí. Simplemente lo son."