Poco a poco me revelaron que la línea que separa el bien del mal no pasa por los estados, ni entre clases, ni por partidos políticos —sino por todos los corazones humanos— y por todos los corazones humanos. Esta línea cambia. Dentro de nosotros, oscila con los años. E incluso en corazones abrumados por el mal, se conserva una pequeña cabeza de puente del bien. Y aun en el mejor de los corazones, permanece... un pequeño rincón de maldad sin arraigar. - Alexander Solzhenitsyn, El archipiélago del Gulag