Una de las cosas más interesantes de OpenAI es cómo tiene que cambiar continuamente de forma entre cuatro arquetipos corporativos totalmente diferentes: - una tienda de software que construye chatGPT, voz, móvil, UX, etc., toda la capa de software de cara a las personas, por así decirlo. - Un atelier de hardware con la unidad Jony Ive, que es un metabolismo, ciclo de capital y cadencia creativa completamente diferentes. - un proveedor de infraestructura con API, empresas, agentes... Esto exige una fiabilidad y calidad monásticas. - un laboratorio de investigación que impulsa el razonamiento, la formación, la alineación y la personalidad, también conocida como ciencia de frontera pura. Cada uno de estos es una identidad de pila completa con sus propias restricciones, rituales y modos de fallo. Intentar ejecutar los cuatro en paralelo es una locura, casi rozando una violación de la física. Quiero decir, ya tienen CEOs que reportan a CEOs. Google puede salirse con la suya porque la máquina de anuncios imprime perdón infinito. OpenAI no tiene un géiser de efectivo que respalde el caos. El código rojo de Sama tiene sentido al eliminar un montón de misiones secundarias en muchos sentidos porque Géminis está aprovechando muchas debilidades de GPT, empezando por la pura calidad de modelo y pasando rápido a la capa de UX. Especialmente ahora que está aprovechando a fondo las enormes ventajas de distribución con integraciones. La ambición es genial, pero también puede dispersarte muchísimo.