Hegseth tiene que irse. Sea cual sea su culpabilidad penal personal —que parece alta— debe ser responsable de aparentes infracciones de la ley. Ha creado un entorno y una cultura en el Departamento de Defensa que toleran, incluso exaltan, la violencia militar sin ley y temeraria.
Ha puesto a las tropas bajo su mando en peligro legal, fomentando la división y degradando la estructura de mando. Está socavando la seguridad estadounidense, minando la confianza y credibilidad públicas.
Debería dimitir o ser despedido—o al menos ser puesto en baja mientras continúan las investigaciones. Nuestros hombres y mujeres con uniforme, así como el pueblo estadounidense, no merecen menos.
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