Ahora los coleccionables como clase de activo tienen sentido. No porque sean escasas, sino porque nosotros sí. Hemos cruzado un umbral. Por primera vez en la historia de la humanidad, la gente pasa más tiempo entretenida que trabajando. No fue casualidad. Por abundancia. Dejas de comprar cosas porque las necesitas. Compras cosas porque eres tú. La economía de subsistencia está siendo reemplazada por una economía de autoexpresión. Y la autoexpresión ocurre donde la gente realmente vive: en redes sociales, en los videojuegos, en comunidades digitales donde pasan 6+ horas al día. Por eso Rolex creó una lista de espera. Por qué Hermes limita la producción. Por qué el gasto en lujo explotó de 50.000 millones de dólares en 1980 a 580.000 millones hoy en día, mientras que el PIB se triplicaba. Los bienes de estatus no son lujos. Son una infraestructura para decirle al mundo quién eres. Los coleccionables capturan esto a la perfección. Son inversiones en las cosas que te importan. Las historias en las que crees. Las comunidades a las que perteneces. La forma en que quieres ser percibido. Una zapatilla rara no es calzado, es gusto. Una figura de edición limitada no es un juguete, es prueba de devoción. Una skin dentro del juego no es solo una compra dentro de la app, es tu autobiografía. Cada uno es un ejemplo de capital cultural. Ya no importa si es físico o digital. Lo que importa es dónde está la atención. Y la atención se ha desplazado. Los coleccionables son una clase de activo con mucho potencial de ventaja. Esto tiene el coste de la liquidez. Puedes tener la pieza más rara del mundo, pero si no puedes salir, solo estás acumulando. La economía sostenible de coleccionables requiere construir mercados secundarios desde el primer día. Haz que sea fácil de flexionar. Haz que sea fácil de vender. ...