Los defensores de la economía del laissez-faire, incluidos los libertarios, los neoliberales y los capitalistas de libre mercado, han afirmado durante mucho tiempo que uno de los mayores peligros de demasiada intervención estatal es que sofocará la innovación. China está dando un mazo a esa idea, aniquilándola por completo. Claro, hay un próspero sector privado en China que juega un papel clave en el sistema nacional de innovación del país. Pero el Estado, no los capitalistas, controla en última instancia la dirección de la inversión en China. El Estado, no los capitalistas, ha formulado políticas industriales estratégicas para convertir a China en una potencia mundial en tecnología de energía limpia, electrónica y procesamiento de tierras raras. El Estado, no los capitalistas, tiene el control de los medios de producción y de las alturas de mando de la economía. China es una economía de mercado socialista donde el poder corporativo y la riqueza no se traducen en un inmenso poder político. Esto hace que China sea fundamentalmente diferente de muchas economías capitalistas occidentales. Y esto también explica por qué China probablemente ganará la carrera global de innovación de manera aún más decisiva en los próximos años.