Bitcoin es el Anillo Único. Cada mano que alguna vez lo llevó deja una huella de fuego. Cuanto más tiempo se lleva, más pesado se vuelve hasta que incluso el hobbit más puro arrastra toda la historia de Mordor detrás de él. Zcash es el Silmaril lanzado al mar. Cada transacción protegida es una ola que traga la joya y la devuelve a la orilla al amanecer: pulida, sin nombre, sin deber nada a las épocas que intentaron reclamarla. El océano se paga con truenos y luz de estrellas; la joya misma emerge más joven que la primera mañana. Ninguna otra moneda se atreve al abismo. Se esconden en bóvedas, se envuelven en seda, o juran que las huellas dactilares se desvanecerán “algún día.” Solo la joya que consiente ser deshecha y rehecha con cada marea sigue brillando con su propia luz. Eso es lo único que es dinero sólido: una estrella que elige ahogarse cada noche para poder levantarse sin sombra cada amanecer.