Una de las cosas que aprendes a medida que envejeces: Es fácil criticar y es difícil alabar. Pero alabar no cuesta nada y hace una gran diferencia, incluso en las cosas pequeñas. Al final del día, hacer que las personas se sientan bien importa mucho más que tener siempre la razón.
He aprendido a morderme la lengua a veces y dejar que la otra persona tenga su "victoria", incluso cuando estoy bastante seguro de que está equivocada. Normalmente ellos también lo saben, pero hay un respeto mutuo que surge de no necesitar demostrar que tienes razón cada vez.
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