La economía de Rusia se ha convertido en un sistema militarizado de "dos velocidades" en el que el complejo militar-industrial y las rentas de guerra sostienen el crecimiento drenando recursos del sector privado y de las industrias civiles normales. La economía rusa y las regiones rusas se mantienen a flote gracias a la guerra y a las adquisiciones estatales, mientras que el sector civil y la mayoría de las regiones están cayendo en la estancación. El aumento de ingresos y empleo es esencialmente una burbuja inflada por el gasto federal y una escasez de mano de obra, y para 2026 los presupuestos regionales corren el riesgo de caer en números rojos, lo que significa que poner fin a la guerra sin una reestructuración profunda casi con certeza desencadenará un nuevo colapso económico severo. Las reformas y cambios estructurales necesarios para escapar de esta trampa están políticamente fuera del alcance del Kremlin. Como resultado, el objetivo del régimen no es prevenir una crisis, sino evitar un colapso: ▪️ prolongar el modo de "ni guerra ni paz" dentro del país el mayor tiempo posible mientras se mantiene un alto gasto militar; ▪️ intensificar la redistribución manual de recursos a favor del sector de defensa y de las regiones "leales"; ▪️ enmascarar el deterioro de los niveles de vida con estadísticas y propaganda; ▪️ confiar en esquemas de exportación grises y alivio parcial de sanciones sin cambiar de rumbo. En este contexto, el interés de Moscú en las "negociaciones de paz" no es un intento de poner fin a la guerra, sino un esfuerzo por asegurar una pausa favorable: congelar el frente y sus incautaciones territoriales, extraer un alivio parcial de sanciones y ganar tiempo para extender la inevitable crisis en un largo estancamiento gestionado de la economía de guerra.